Uno de los retos que el ser humano enfrenta en todo el planeta es el de lograr una actividad económica que siga permitiendo el desarrollo sostenible, pero que a la vez proteja la naturaleza y los recursos que de ella se extraen para llevar a cabo diversos procesos productivos. Con esta intención surgió lo que se conoce como Economía Circular.
Según la explicación dada en la página web de la “Ellen MacArthur Foundation”, hoy en día se extraen diversos recursos de la tierra, con ellos se fabrican diversos productos, y finalmente se desechan como residuos, lo que representa una economía lineal, mientras que en la economía circular se dejan de producir residuos desde el primer momento –o por lo menos se reducen considerablemente-.
De ahí que eliminar los residuos y la contaminación, -re-circular los productos y materiales en su valor más alto y regenerar la naturaleza sean las premisas fundamentales de esta “nueva” forma de economía cuya creación se le atribuye a Ellen MacArthur, una exregatista inglesa que al retirarse de la actividad deportiva en el año de 2010 anunció el establecimiento de su fundación, cuyo trabajo fundamental es impulsar la transición hacia una economía circular.
Siete aspectos son fundamentales en esta visión económica: Rediseñar, reducir, reutilizar, reparar, renovar, recuperar y reciclar. Para poner en práctica cada uno de ellos es fundamental contar con las tecnologías adecuadas que sin la investigación correspondiente no existirían, por ejemplo, los procesos para el tratamiento de aguas residuales o para recuperar metales de los equipos electrónicos, o las técnicas de reconocimiento de los insumos reutilizables en edificios que serán derribados, o el procesamiento de la basura para generar energía eléctrica, entre otros muchos.
En este sentido, en octubre del 2023 la Comisión Europea dio a conocer en un comunicado de prensa la aprobación de “Objetivo 55”, como parte del Plan Verde de la Unión Europea, que pretende transformar la economía de esa región en una economía moderna, eficiente en uso de recursos y competitiva, con aspectos como el atraer inversiones -para- la transición ecológica, limitar las emisiones (de CO2), y poner un precio a la contaminación, impulsando a que las empresas, las autoridades públicas y los consumidores adopten un modelo sostenible, aspectos que se alinean con los preceptos de la Economía Circular.
Algunos países de esa región tienen planes basados en la economía circular. Holanda, con una línea de acción en el sector de la construcción para que los edificios gubernamentales que se construyan – a partir del 2023- generen cero emisiones de CO2, y se utilicen materiales y recursos reciclados en ese sector.
Francia, que en el 2020 aprobó la denominada Ley Contra el Despilfarro, que pretende gestionar y prevenir la producción de residuos, la mejora de la información al consumidor, y la reutilización de los recursos.
Italia, en áreas como el turismo sostenible, la descarbonización y mitigación del cambio climático. Este país cuenta con un nivel alto en uso de etiquetas ecológicas y norma EMAS (Eco-Managment and Audit Scheme/Esquema de Ecogestión y Ecoauditoría), que es un sistema para ayudar a las organizaciones a mejorar y gestionar de manera continua su desempeño ambiental.
Alemania, considerada líder en la gestión de residuos, con su Estrategia de Desarrollo Sostenible y los programas de Eficiencia de Recursos o el Nacional para el Consumo Sostenible.
Luxemburgo, con su “Tercera Revolución Industrial”, que entiende la economía circular como un eje horizontal dentro de 6 sectores: alimentación, industria, construcción, energía, movilidad y finanzas.
Bélgica, destacando también en el sector de la construcción impulsando la “ecoinnovación”, y con considerables apoyos por parte de su gobierno para incrementar la presencia de la economía circular en todos los sectores.
Portugal, con su Plan de Acción para la Economía Circular 2017-2020, a fin de concientizar en cuanto a la gestión de los recursos.
España, con su Estrategia Española de Economía Circular: España Circular 2030, con planes trienales para el desarrollo de una economía sostenible, descarbonizada y competitiva. Lograr la reducción en un 30 por ciento del consumo nacional de materiales, de la generación de residuos, 15 por ciento en la reducción de emisión de gases de efecto invernadero, por debajo de los 10 millones de toneladas de CO2.
En México, la capital del país cuenta ya con una Ley de Economía Circular 2024-2030, cuyo objetivo es incentivar y promover hábitos de producción y consumo responsable a través del reuso, restauración, remanufactura y reciclaje. En Querétaro, se han establecido impuestos para las empresas que más contaminan.
Un ejemplo de esta nueva forma económica es la empresa mexicana Braskem Idesa fabricante de productos de plástico que lanzó una resina de polietileno de alta densidad (PEAD) elaborada con material reciclado -y con resina virgen- lo que posibilita aprovechar los recursos naturales en la producción y amplía el clico de vida del plástico, generando un impacto ambiental y social positivo, según la página EGADE IDEAS del Instituto Tecnológico de Monterrey.
Otro ejemplo es la empresa Bimbo que lleva a cabo un plan de logística inversa y reciclaje, consistente en recopilar las bolsas de plástico del pan blanco para ser trituradas, procesadas y reutilizadas en la producción de empaques, nuevos plásticos, textiles, y tarimas de plástico reciclado.
Sin duda a nivel mundial se ha reconocido la relevancia de la aplicación de la Economía Circular, y en este sentido, el impulso que se da a científicos e investigadores es fundamental para hacer frente a los retos ecológicos que enfrenta el planeta, y así posibilitar una producción y un consumo sostenibles, no sólo para beneficio de las sociedades actuales y sus recursos naturales, sino de las generaciones futuras.
