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Ballenas, aliadas naturales contra el CO2.

Luis Curiel/Pixabay

En diversas partes del mundo se busca la manera de reducir las emisiones de CO2 de la atmósfera, proyectos como enterrarlo en una región montañosa entre Omán y los Emiratos Árabes Unidos, o bajo tierra como en Noruega, o en el fondo del Mar del Norte en Europa, son opciones demasiado costosas y sin experimentación previa, sin embargo, hay una muy eficiente, y a la que el ser humano ha estado a punto de extinguir: Las ballenas.

Es tan eficiente, que el Fondo Monetario Internacional (FMI) en un artículo publicado en diciembre del 2019 en su página imf.org, titulado “Nature´s solution to climate change” (La solución de la naturaleza al cambio climático), señala que: “Las ballenas más grandes del mundo son más que meras maravillas evolutivas. Al -retener- carbono en el océano, pueden ayudar a la humanidad a luchar contra el cambio climático, un servicio ecosistémico que puede valer millones de dólares por ballena”

La protección de las ballenas, a menudo se considera una especie de obra de caridad que individuos y gobiernos hacen -a favor- de la naturaleza. -Pero- los economistas Thomas Cosimano, profesor emérito de la Facultad de Negocios Mendoza de la Universidad de Notre Dame; Connel Fullenkamp, profesor de la práctica de la economía y director de estudios de pregrado en el Departamento de Economía de la Universidad de Duke, ambas instituciones en Estados Unidos, y Sena Oztosun, analista de investigación en el Instituto para el Desarrollo de Capacidades del FMI, dirigidos por Ralph Chami, subdirector del Instituto para el Desarrollo de Capacidades, también del FMI, -pretenden- impulsar un cambio en la forma en que se piensa sobre las ballenas.

El potencial de captura de carbono de las ballenas es realmente -impresionante-, se indica en el artículo. Las ballenas acumulan carbono en sus cuerpos durante sus largas vidas. Cuando mueren, se hunden en el fondo del océano; cada gran ballena -retiene- 33 toneladas de CO2 en promedio, sacando ese carbono de la atmósfera durante siglos. Un árbol, por su parte, absorbe solo hasta 48 libras de CO2 al año.

Además, dondequiera que se encuentren ballenas, los seres vivos más grandes de la tierra, también hay poblaciones de algunos de los más pequeños, el fitoplancton. Estas criaturas microscópicas no sólo aportan al menos el 50 por ciento de todo el oxígeno a la atmósfera, sino que lo hacen capturando alrededor de 37 mil millones de toneladas de CO2, un estimado del 40 por ciento de todo el CO2 producido, -es decir- esto es equivalente a la cantidad de CO2 capturado por 1,70 billones de árboles, o a cuatro bosques amazónicos, o 70 veces la cantidad absorbida por todos los árboles en los Parques Nacionales y Estatales Redwood de Estados Unidos cada año. -Así que- más fitoplancton significa más captura de carbono.

En los últimos años, continúa la información, los científicos han descubierto que las ballenas tienen un efecto multiplicador al aumentar la producción de fitoplancton dondequiera que vayan. ¿Cómo? Resulta que los productos de desecho de las ballenas contienen especialmente hierro y nitrógeno, que el fitoplancton necesita para crecer. Las ballenas llevan minerales a la superficie del océano con su movimiento vertical, llamado “bomba de ballena”, y con su migración a través de los océanos, llamada “cinta transportadora de ballenas”. Esta actividad fertilizante contribuye significativamente al crecimiento del fitoplancton en las áreas que frecuentan estos mamíferos.

Aunque los nutrientes llegan al océano por medio de las tormentas de polvo, los sedimentos de los ríos y el afloramiento del viento y las olas, el nitrógeno y el fósforo siguen siendo escasos y limitan la cantidad de fitoplancton que puede florecer en las partes más cálidas de los océanos. En las regiones más frías, como en el Océano Antártico, el mineral limitante tiende a ser el hierro. Si más de estos minerales faltantes estuvieran disponibles en partes del océano donde son escasos, más fitoplancton podría crecer, absorbiendo potencialmente mucho más carbono.

Si se -lograra- que las ballenas volvieran a su número -antes de la caza masiva- de 4 a 5 millones, -en lugar de- los poco más de 1,3 millones en la actualidad, podría aumentar significativamente la cantidad de fitoplancton en los océanos, así como el carbono que captura cada año. Incluso un aumento del 1 por ciento en la productividad del fitoplancton, derivado de la actividad de las ballenas, capturaría cientos de millones de toneladas de CO2 adicional al año, lo que -equivaldría- a la aparición repentina de 2.000 millones de árboles maduros.

A pesar de la drástica reducción de la caza comercial de ballenas, éstas aún enfrentan importantes peligros que amenazan su vida, como colisiones con barcos, enredos en redes de pesca, desechos plásticos transportados por el agua y contaminación acústica. Si bien algunas especies de ballenas se están recuperando lentamente, muchas no lo hacen.

De ahí que, mejorar la protección de las ballenas frente a los peligros provocados por el hombre, le beneficiaria al planeta, al hombre mismo, y, por supuesto, a las propias ballenas.

En el artículo se indica que una forma de hacerle frente a los peligros provocados por el hombre sería la creación de mecanismos financieros para promover la restauración de la población de ballenas en el mundo, con incentivos en forma de subsidios u otras compensaciones para los que realizan acciones que ponen en riesgo la vida de estos mamíferos. Tal como lo hace el programa REDD de las Naciones Unidas, que ofrece incentivos para que los países preserven sus bosques a fin de reducir las emisiones de CO2.

Pero ¿cuánto se -estaría- dispuesto a gastar en la protección de las ballenas?, se preguntan los economistas, y responden que se requerirían 13 dólares por persona al año, a fin de promover que la población de las ballenas alcanzara nuevamente los 4 o 5 millones, lo que representaría una captura de 1.700 millones de toneladas de CO2 al año.

En este sentido, instituciones financieras internacionales, en asociación con otras organizaciones multilaterales y las Naciones Unidas podrían asesorar, monitorear y coordinar las acciones de los países en la protección de las ballenas. Mientras que los apoyos -económicos- podrían provenir de organismos como el Fondo para el Medio Ambiente Mundial. En tanto que el FMI podría ayudar a los gobiernos a integrar los beneficios macroeconómicos que proporcionan las ballenas -al contribuir a- mitigar el cambio climático, así como el costo de las medidas para protegerlas, en sus marcos macrofiscales.

Mientras que el Banco Mundial -aportaría- la experiencia para diseñar e implementar programas específicos -a fin de- compensar a los actores del sector privado y a los países que podrían verse afectados económicamente por los esfuerzos para proteger a las ballenas, mientras que otras organizaciones multilaterales y de las Naciones Unidas podrían supervisar el cumplimiento y recopilar datos para medir el progreso de estos esfuerzos.

Este enfoque de “tecnología de la tierra” para -la absorción- de carbono también -evitaría- el riesgo de daños imprevistos por las soluciones de alta tecnología sugeridas y no probadas. La naturaleza ha tenido millones de años para perfeccionar su tecnología de sumideros de carbono a base de ballenas. Todo lo que hay que hacer es dejar vivir a las ballenas, concluye el artículo.

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Hilda Bachmann

Licenciada en Comunicación por la UPAEP, maestra en Ciencias Políticas por la BUAP y maestra en traducción especializada alemán-español UIMP-España. Se ha desempeñado como reportera y editora de El Financiero Puebla. Es profesora de Español como lengua extranjera en Alemania.
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